A partir del caso clínico dado, se desarrollarán las fases de un programa de intervención con familias para llevar a cabo una positiva y rápida recuperación de la disfemia que presenta el paciente.
En la primera fase, se estableció una relación entre el logopeda y la familia. El logopeda concretó una cita con la familia para obtener informes psicológicos, así como también posibles datos que la familia pudiera facilitar sobre los problemas que presentaba el paciente, Daniel. Algunos de los problemas que sobresalen son: falta de fluidez desde que comenzó a hablar, problemas de pronunciación que lo llevan a una baja inteligibilidad y a dificultades con la lectoescritura, así como también dificultades expresivas, dislexia, problemas de conducta al evitar tareas, bloqueos, la tasa respiratoria se veía afectada mientras hablaba, etc.
Una vez que el logopeda obtuvo los datos necesarios, aportados por la familia, se llevó a cabo la segunda fase. Se realizó una búsqueda de soluciones para eliminar las dificultades que presentaba Daniel.
Durante esta fase, fue importante que todas las personas del entorno del niño colaborasen en el proceso, siendo atentas y receptivas con él.
Una vez establecida la búsqueda de soluciones, se puso en marcha la tercera fase, denominada enseñanza de recursos para la comunicación. Durante esta fase el logopeda se encargó de dar una serie de pautas al entorno más cercano del niño para practicarlas con el fin de mejorar su comunicación.
En cuanto a la familia, el logopeda recomendó una serie de pautas que debían seguir para conseguir una buena interacción con el niño, y así, provocar que éste se encontrase motivado. También, se llevó a cabo una serie de ejercicios en los que Daniel tuvo la ayuda de su madre y después, se le animó a practicarlos con el resto de la familia. Primero debía hablar con su madre durante un tiempo limitado, y después, practicaría también delante de su padre y hermano. Se pidió a los padres que disminuyeran la complejidad de su lenguaje, ya que era demasiado difícil para el niño.
Por otra parte, el logopeda se puso en contacto con el profesor de Daniel. Éste colaboró en el plan de intervención mediante unas pautas marcadas por el logopeda, y le ayudó a tener una mayor fluidez. El logopeda le recomendó que realizara actividades de lectura en clase utilizando todo lo que había aprendido en casa. Se le ayudó en el ritmo de lectura, el profesor comenzaba leyendo un texto con una determinada velocidad, entonación, ect. dando lugar a la creación de un modelo que el niño imitaba y consiguiendo de esta forma, una mayor fluidez.
También se le planteó vencer aquellas situaciones que le resultaban más difíciles. Para ello se le enseñó trucos como bajar la voz, cuchichear, emitir un sonido prologando al comienzo de la emisión para darse tiempo para empezar, etc.
La cuarta fase es el seguimiento, cuyo fin fue valorar si el plan establecido provocaba resultados positivos o por el contrario había que realizar cambios en los objetivos planteados en los cuales se vio un retroceso.
Se observó durante un tiempo como Daniel se desenvolvía en las diferentes actividades planificadas. Tras 12 meses de tratamiento, el niño hacía frente a las dificultades y consiguió hablar sin bloqueos.
Al observarse ese avance, se fijó una sesión logopédica por semana.
Se informó a los padres que a pesar de esa reducción de sesiones, el niño debía en todo momento continuar realizando los ejercicios diarios.
Durante este seguimiento, Daniel tuvo algunos problemas. El logopeda explicó a los padres que esos problemas formaban parte del proceso evolutivo normal. Para la tranquilidad de la familia y para intentar resolver esos problemas, las sesiones pasaron a ser quincenales.